El ladrón de palabras

El ladrón de palabras

Miró al final del pasillo que se abría entre las estanterías para comprobar que don Antonio seguía recostado en su silla tras el mostrador. Con un libro entre sus piernas y las gafas de cerca a punto de precipitarse del borde de su nariz, había dado ya el pequeño salto que convierte las historias de papel en películas de sueño.

De nuevo

De nuevo

Pongamos que por una vez, al cruzarnos por la calle, no fingimos ser extraños y que el rencor y la decepción no se hacen visibles en nuestras caras. Que el orgullo no silencia nuestras conciencias y que dejamos de aparentar que hemos pasado página.

48 Horas

48 Horas

Pensaba que a estas alturas, la vida ya había perdido toda capacidad de sorprenderle. Su propio historial de momentos que habían marcado una diferencia o habían tenido algún significado, así lo confirmaba. Al final llegaba a la conclusión de que daba igual cuánto se esforzara por imaginar o predecir el siguiente paso, siempre surgía un imprevisto que mejoraba sus pronósticos.

Ella

Ella

Le gustaba hacerme rabiar, sacarme de quicio, llevar mi paciencia hasta el límite, pero nunca conseguía sobrepasarlo. Bastaba con una mirada traviesa acompañada de un guiño para que todo mi enfado se convirtiese en una sonrisa que, aunque yo no quisiera esbozar para que me tomara en serio, tampoco podía reprimir. Y era como si nada hubiese pasado.

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