
Ya
Huimos juntos de la distancia que nos mantenía lejos para volver unidos. Madrugamos para subirnos a esa barcaza a prueba de cobardes, para que en medio del mar, más allá de donde los faros seducen, no hubiera escapatoria.
Huimos juntos de la distancia que nos mantenía lejos para volver unidos. Madrugamos para subirnos a esa barcaza a prueba de cobardes, para que en medio del mar, más allá de donde los faros seducen, no hubiera escapatoria.
Pongamos que por una vez, al cruzarnos por la calle, no fingimos ser extraños y que el rencor y la decepción no se hacen visibles en nuestras caras. Que el orgullo no silencia nuestras conciencias y que dejamos de aparentar que hemos pasado página.
Las dos familias se encontraban reunidas en el salón, a la espera. La luz del domingo comenzaba a apagarse, mientras se encendía la conversación, hasta que los primeros gritos desde la habitación contigua se colaron entre la celulosa de las paredes. Entonces todos comprendieron que no habría boda.
Se le escapaban los días entre los dedos de su vida, incapaz de cerrar el puño y comenzar a guardar los minutos que perdía pensando «qué hubiese pasado».