
¡Vaya! ¿dónde la habré dejado? Se me debe de haber caído por el camino, porque no la encuentro por ninguna parte. Tendré que buscarme otra… lo malo es que no se dónde ni cómo.
A ver, pensemos… no tiene que ser tan difícil: no la puedo comprar en ninguna parte porque no está en venta; tampoco la puedo pedir prestada porque es algo personal e intransferible; no la puedo fabricar porque no es algo material; tampoco podría pensar en ella porque no tengo tanta imaginación; y si la soñase, se rompería al despertarme… estoy empezando a perder la esperanza… ¿y si nunca volviese a tenerla?
Cuando voy por la calle veo que todo el mundo la tiene y me da cierta envidia, enseguida empiezo a pensar en todas las cosas que hacía con ella. No me importaba madrugar, porque sabía que ella era la fuerza que me ayudaba a levantarme; no me importaba estudiar, porque con ella me lo aprendía todo mucho más rápido. Con ella me gustaba más practicar deporte, leer, escuchar música, en definitiva, todo lo que me gustaba hacer se volvía más agradable con ella.
Pero ahora su ausencia me provoca tedio, cansancio, pesadez, no me apetece hacer nada, me pasaría los días tirado en cualquier rincón sin sueños, ni ilusiones, sin esperanzas, ni pasiones. Simplemente inmóvil como una escultura de escayola, fría, sin forma ni color, hierática e indolente, que nadie se encarga de cuidar y que observa cómo se le van desprendiendo pequeños trozos de la base sobre la que se sustenta y que algún día le hará caer sin remedio y romperse en miles de fragmentos diminutos para acabar convirtiéndose en el polvo que otros sacudirán de sus zapatos.
En fin, voy a dejar de pensar que tampoco tengo ganas… por cierto, si alguien la encuentra, por favor, que me devuelva la motivación…
«Y me quedo mirándote aquí, encontrándote tanto motivos,
yo concluyo que mi motivo mejor eres tu»
Hoy mi canción es: «Motivos» Luis Miguel