Historias cortas sobre el futuro

Día 163

Día 163

Me desperté con una extraña sensación de descanso, tan poco habitual, que asumí que me había quedado dormido. Todavía sin abrir los ojos percibí un cierto nerviosismo en el ambiente, que quedaba parcialmente ahogado por las persianas de mi habitación.

Si no hubiese mañana…

Si no hubiese mañana…

Apagué la televisión y subí a la terraza. El cielo enrojecido, como herido de muerte, era el preludio de la oscuridad, que no tardaría en llegar. Las nubes se cernían sobre el horizonte como un telón que desciende lentamente preparando a los espectadores para el aplauso final.

Causualidad

Causualidad

Caminaba por la casa, de una habitación a otra, del salón a su cuarto, de la cocina al balcón. Iba despacio con la mirada fija en esos pensamientos, que muy cerca del suelo, le marcaban el trayecto. En la mano sostenía una taza de café, que poco a poco había comenzado...

48 Horas

48 Horas

Pensaba que a estas alturas, la vida ya había perdido toda capacidad de sorprenderle. Su propio historial de momentos que habían marcado una diferencia o habían tenido algún significado, así lo confirmaba. Al final llegaba a la conclusión de que daba igual cuánto se esforzara por imaginar o predecir el siguiente paso, siempre surgía un imprevisto que mejoraba sus pronósticos.

El último discurso

El último discurso

Pasaban veintitrés minutos de la hora anunciada, cuando surgieron los primeros rumores de que no se presentaría. La situación era demasiado tensa como para arriesgarse a mostrarse en público, pensaban unos, probablemente no estaría ni siquiera en la ciudad, especulaban otros.

Esta vez, sí

Esta vez, sí

Sonó el despertador y sus párpados comenzaron a desatar lentamente las cuerdas del sueño para abrirse a la luz de la realidad. Deslizó las cortinas, abrió la ventana y el aire refrescante de la mañana recién estrenada despejó su ánimo, borrándole las ganas de volver a la cama.

Pasado en el futuro

Pasado en el futuro

El vaho sobre el cristal difuminaba su reflejo con cada respiración, dejándole ver de nuevo, tras unos segundos, un rostro que ya no reconocía como suyo. De nuevo, el tren era demasiado pequeño para sus pensamientos y los proyectaba en el paisaje que iba acompañándole de vuelta a casa.

Deseos

Deseos

Me sorprendí tirado en medio de la calle y con un fuerte dolor en la cabeza. A mi alrededor se fue formando un pequeño corro de gente, unos tratando de ayudarme a incorporarme y otros, los que más, alimentando su curiosidad y transformando mi infortunio en la anécdota que contar al llegar a casa. Me sentía desorientado y no era capaz de recordar qué había pasado justo un minuto antes. Anduve con la mirada sobre mis pasos pero no encontré ningún indicio o consecuencia que explicara la causa de mi accidente. A pocos metros de mí, un maletín negro parecía haber sufrido mi misma suerte, pero no lo reconocí como mío. Un niño que estaba contemplando la escena, lo recogió y me lo entregó afirmando que lo llevaba conmigo antes de terminar en el suelo.

Decisiones

Decisiones

Apoyado sobre la barandilla de proa, envuelto en la monotonía de la vida de marinero de agua salada, una repentina brisa de alta mar me acerca el imaginario perfume de tu piel y llena mi cabeza de pensamientos que hasta ahora había tratado de esconder en lo más hondo de mi alma para mantener firme mi determinación de recorrer el mundo.

¿Tirar la toalla?

¿Tirar la toalla?

Me encontraba en un ring de boxeo, ataviado con calzón y casco azul y con unos enormes guantes rojos cubriendo mis manos. Delante de mí el oponente, con calzón negro y casco rojo, tenía la mirada fija en mí, pero mientras sus ojos relucían como los de un gato en la oscuridad, su rostro permanecía oculto en la sombra. Su postura era desafiante, dando pequeños saltos alternando las piernas en un continuo movimiento de balanceo, con un guante cubriéndose parcialmente la cara y con el otro ensayando golpes contra el aire, puñetazos que tenían escrito mi nombre.

La corrupción de la especie

La corrupción de la especie

Y levantando la vista pude comprobar que me encontraba en una barca, una gran barca en la que cabía toda la humanidad, y todos los hombres y mujeres del mundo estaban en ella. Es un misterio inexplicable, pero así lo vi. No había ningún niño, tampoco ningún anciano, todos eran personas adultas de una misma edad imprecisa.

Protagonista involuntario

Protagonista involuntario

Primero percibí las notas de un órgano. De fondo, el incómodo murmullo de la gente, emocionada, nerviosa. Ninguna de aquellas voces me era conocida, pero seguí escuchando atentamente. Mis ojos aún no reaccionaban, sólo oscuridad.

El sueño de una Noche…vieja

El sueño de una Noche…vieja

Y ahí estábamos, cinco amigos tirados en el sofá intentando trazar un plan que fuese mejor que acabar en cualquier pub barato con barra libre primeras marcas toda la noche o acudir engalanados a un exquisito salón más farandulero que glamuroso, en el que te reciben con una copa de champán y no tienes espacio ni para dejar la chaqueta.

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