
Los hombres y mujeres que visten de luz me rodean, pero poco a poco van alejándose tras depositar en mí una mirada entremezclando lástima, fracaso y resignación. Veo el metal penetrar en mis entrañas, pero no siento nada, veo manos ensangrentadas penetrar en las heridas que tiene mi cuerpo, pero no siento nada.
Me conducen por un laberinto de túneles de luz, puedo notar tensión, nerviosismo, una mujer se seca las lágrimas con mi mano, tiñendo de rojo sus mejillas, ella grita, busca mi mirada tratando de mostrarme su alma, pero no tengo el control de mis ojos.
Todo se mueve, todos se mueven tienen prisa por hacer algo pero no sé el qué. Me empieza a invadir un profundo sueño que parece conducirme a la nada y finalmente se cierran mis ojos. Percibo un pitido continuo que se desvanece a la misma velocidad que mis latidos. Pero sobresaltado como si despertara de una pesadilla recupero la consciencia de repente con el cuerpo completamente en tensión, entonces retiran las planchas y mi corazón galopa veloz mientras el pitido que escuchaba antes le sigue intermitente en la carrera. Una voz dice: ‘…por lo pelos. Menos mal que ya hemos llegado…’
Simplemente un golpe seco, sin dolor aparente, sólo la oscuridad de mis ojos velando a mi mente de un recuerdo demasiado impactante. El segundo golpe sí que lo noto, en la cabeza y en las costillas, varias han debido de romperse, yo sigo sin poder ver nada. En mis oídos se repiten una y otra vez el rugido de un motor y el frenazo posterior. Mis labios saborean sangre y mi lengua busca sin éxito algún diente extraviado. Olor a neumático quemado y asfalto se confunden en mis fosas nasales y mis manos tiemblan descontroladas mientras mis piernas parecen dormidas. Sólo una imagen aparece como un flash: mi cabeza apoyada sobre la calzada, su contacto con las heridas me quema los pómulos. A pocos metros de mí una mujer se levanta del suelo mientras fija sus ojos horrorizados y bonitos en mí, más gente en las aceras me mira. Parpadeo y la imagen desaparece, una sirena lejana se aproxima.
Salgo de casa como todos los días de camino a la facultad. Como hace buen día decido ir caminando y darle un respiro al planeta dejando el coche en el garaje. Excepcionalmente hoy he conseguido salir con tiempo y me lo puedo permitir, estoy bastante animado parece que va a ser un día agradable. Recorro varias calles, cruzo un par de avenidas y espero en otros tantos semáforos, siempre con la mente despejada, sin pensar en problemas, sólo dejándome llevar por el impulso de mis piernas, disfrutando de la belleza de la ciudad, tratando de imaginar a dónde se dirigirán las personas que me cruzo en mi camino, psicoanalizándolas por su forma de vestir, andar o mirarme. Hasta que me cruzo con una mirada que no me permite leer su alma, escondida tras unos ojos bonitos que no puedo dejar de perseguir por miedo a que desaparezcan. Pero es precisamente el miedo repentino que se refleja en ellos el que me alerta del coche que se aproxima a gran velocidad y que me impulsa a apartarla de su trayectoria.
Entonces la última de las mujeres vestidas de luz me cubre el rostro con una sábana.
hola q tal lei tu articulo y me gustó la verdad.
seguire llos avances de este blog.
si me quieres acer una visita estare encantado. seguire comentandote
Hola Dorian, muchas gracias por hacer una visita a este pequeño espacio de distensión. Hace algún tiempo que no he publicado nada, no porque no quiera sino por problemas técnicos ajenos a mi.
Me alegro de que te gustara y espero encontrarte a menudo, recibiré tus comentarios con mucha alegría.
Cuidate y yo también te visitaré de vez en cuando. Un abrazo!