Vuelven los fantasmas del pasado, espíritus que parecían olvidados, enterrados, despreciados y despreciables. Conseguí darles la espalda, corrí más que ellos, les despiste y logré salir de aquél laberinto sin salida con las alas de la paciencia, de la resignación, de la tristeza, de la compasión…

Pensaba que todo había cambiado, que ya no volvería a verles, que el mundo era distinto, que las diferencias eran leyendas que igual que las hojas marchitas de otoño iban cayendo poco a poco para acabar convertidas en el polvo que la gente levanta al pasar por el parque… ingenuo de mí, el odio es un árbol gris de hoja perenne, que sólo puede ser derribado cuando se le cortan las raíces.

Risas burlonas que hieren el fondo de las entrañas de un niño que no comprende; comentarios tan molestos como cacahuetes que se incrustan en la garganta provocando la asfixia; miradas acusadoras de jueces que sentencian a muerte a un pobre inocente que despierta bruscamente entre los sudores de la pesadilla que le persigue día tras día.

Creían que me aplastaban con sus pies, pero en realidad pisaban su propia dignidad, convertida en arenas movedizas: cuanto más pisaban, más se hundían en la vergüenza, que es tan pegajosa como incómoda.

De niño eran los conguitos y el negrito del África tropical, años después los inmigrantes, los moros, no eran capaces de ver que detrás de esa fina capa térmica había otra mucho más gruesa pero más delicada y susceptible, que por mucho que lo intentes no puedes atravesar ni con cuchillos afilados por la ofensa, ni con las balas disparadas desde un revólver cargado con odio.

Se dieron cuenta de su ineficacia y desistieron de sus ataques, se encerraron en un desván oscuro y se tragaron la llave para que el mundo no volviese a ver su rostro desfigurado, para que el sol no volviese a iluminar un espejo ingrato que le devuelve los rayos que sólo quieren darle calor.

Únicamente vuelven cada cierto tiempo, convertidos en espectros sin consistencia, pero no son más que peces moribundos que agitan sus colas inútilmente, porque saben que fuera del agua no pueden vivir.

El rencor es demasiado grande para poder entrar en un corazón, el odio es un veneno que lo descompone, por lo que el único bálsamo para aliviarlo es el perdón y la compasión… Ellos también son víctimas de la intolerancia.

«And I told about equality and it’s true,
either you’re wrong or you’re right»
Hoy mi canción es: «Black or White» Michael Jackson

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