No entiendo el sentido que tiene que te escriba estas líneas, ahora que sé que nunca las leerás. Sin embargo, siento la necesidad de plasmar la angustia que recorre mi cuerpo y se apodera de mi mente.

Podrías pensar que ésta es otra de esas cartas que solía dejar en tu taquilla para quedar a estudiar juntos, para invitarte a tomar un helado después de clase, o simplemente, diciéndote lo guapa que ibas ese día. Pero ésta no es una carta como aquellas, ésta es una carta de despedida, que escribo con toda la tristeza que un corazón puede albergar.

Recuerdo cuando teníamos siete años y yo te tiraba del pelo para hacerte rabiar (ahí ya me gustabas), cuando jugábamos a eso de hacer parejas y tú salías corriendo para que yo no te diese un beso, todos nos cantaban eso de “…son ahora los enamorados”; cuando me empujaste al río en aquella excursión, cuando me cogías de la mano para que no me cayese con los patines (siempre fuiste más ágil que yo); también recuerdo aquella vez que nos castigaron por volver a casa más tarde de las diez; y cómo olvidar aquella fiesta de fin de curso en la que te tiré la bebida por encima y manché tu vestido nuevo (te pusiste furiosa)… Reconozco que te di mil y un motivos para odiarme, pero al final siempre acababas perdonándome.

Creo que aún tengo la cara roja de vergüenza de la vez que me declaré, teníamos dieciséis años, te vi sola sentada en un banco, llorabas (nunca supe la razón), me acerqué por detrás entonando en voz baja esa canción que dice:

Ven, ya no me llores, no me vayas a hacer llorar a mí,
ven, dame tu mano, inténtalo mi niña quiero verte reír.

Entonces tú, mirándome con tus ojos cristalinos por las lágrimas, esbozaste una sonrisa, quizás por lo mal que yo cantaba. Pero no me rendí y seguí cantando:

Abrázame fuerte, ven corriendo a mi…
Te quiero, te quiero, te quiero
y no hago otra cosa que pensar en ti…

Hace ya muchos años de aquello y sin embargo lo tengo tan reciente como si hubiese sido esta misma tarde. Estrofas caducas por el tiempo, melodías borradas por el viento, canciones convertidas en silencio.

Y aquí estoy ahora, frente a un papel en blanco que no puede albergar ni un ápice de lo que te he querido. Intento canalizar una rabia incontenible que se apodera de mi voluntad, que me incita a cobrar venganza, a adueñarme de la justicia y distribuirla a mi antojo. Pero luego me desvanezco sobre la mesa y admito en mi interior que eso no me devolvería ni uno sólo de tus besos.

¿Por qué? ¿Por qué tuviste que ayudar a esa chica si ni siquiera la conocías? Ese hombre no te iba a robar a ti y tú a pesar de ello decidiste entrometerte. ¿No podías haber hecho como las demás personas que estaban allí: mirar a otro lado y pasar de largo? Recibiste una puñalada que no llevaba tu nombre.

¿Y qué me queda ahora a mí más que la pena, la angustia, el recuerdo, la soledad…?

Corrí todo lo que pude en cuanto me enteré, pero no fue suficiente, ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de ti. Por eso te escribo esta carta, mi última carta, en la que te entrego mi corazón, un corazón herido para siempre, que nunca podrá amar como antes, ese corazón que te pertenecía y que murió contigo.

Sólo quería decirte adiós por última vez, nunca te olvidaré…

«I don’t know what I should do cause my tears will never dry
and I still wonder why»
Hoy mi canción es: «Cry» Lasgo

Pin It on Pinterest