A veces el mundo parece no tener solución: las guerras, la pobreza, el odio, el hambre y un sinfín de problemas, conflictos y desgracias se ciernen sobre el ser humano, hundido cada vez más en su miseria espiritual y falta de valores éticos, morales y racionales.

En muchas ocasiones el pesimismo se apodera de uno mismo al contemplar frente a sí este panorama tan desolador y se traslada a su cotidianidad, sumándose además los pequeños contratiempos que la vida nos ofrece cada día, ya sea en el trabajo, en el estudio, en las relaciones sociales, de pareja y familiares.

Pero hay días en los que la vida (como diría Andrés Montes) se vuelve maravillosa. Días en los que parece que se hayan alineado los planetas, las constelaciones y las galaxias… en los que te levantas con el pie derecho, aparecen herraduras en todas las puertas que atraviesas, alguien te regala una pata de conejo, te encuentras dos tréboles de cuatro hojas… en los que los gatos negros, las escaleras, el color amarillo y el número trece son escondidos por un ser misterioso en un lugar recóndito y desconocido.

La vida parece sonreírte por una vez, dándote mil y una razones para animarte a seguir luchando por conseguir tus objetivos, por querer más a tu familia y amigos, por intentar hacerles más felices, por intentar superarte como persona y reafirmar tus creencias, en definitiva, por ser una mejor persona.

Pero hay que mantener los pies en el suelo y no hay que lanzar las campanas al vuelo, porque a la vez que sientes esa alegría, sabes también que esa situación privilegiada no va a durar para siempre, es posible que no dure más de un día, quizás unas horas. Por ello, hay que aprovechar esos momentos especiales para coger fuerzas y para afrontar las dificultades que tarde o temprano volverán.

Hoy ha sido un día de esos…

«Contigo celebro y sufro todo, 
mis alegrías y mis males.»
Hoy mi canción es: «Suerte» Shakira

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